La promesa del verano
De niño
me fundía con el atardecer.
Apenas podía mirar al sol,
se acababa mi fuerza
y me tiraba sobre el pasto,
olor a hierba y nubes doradas.
Una tristeza profunda
sin tener un dolor,
sofocado por el cielo
y aire que oprimía
un sentimiento.
De niño
ardía la tierra
para que siguiera despierto,
noche de negro absorbente
inmerso en la cama.
Junto a la laguna
y su teatralidad silente,
impaciente por vivir
lo soñado,
lo prometido.
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